La Selección Colombia de Fútbol Femenina llegó a la final de un Mundial por primera vez en la historia. Las Sub-17 lograron lo impensado para el mundo y disputaron la final contra España, único rival capaz de ganarle a la tricolor en fase de grupos y en el partido definitivo.

Se contará que un puñado de jóvenes mujeres hicieron lo que nunca se había logrado en el país del surco de dolores, rompieron la maldición de ser nosotrxs mismxs. Un domingo, a las 9:30 a. m., la nación más madrugadora del planeta se levantó con una sola cosa en la piel: final de un Mundial. Y aunque muchos las seguían desde el inicio, otros se unieron en semifinales compartiendo el sueño en plazas de mercados, colegios y oficinas; algunos salieron del closet el 30 de octubre para rendirse ante la emoción de la única cosa que genera patriotismo.

Entre pantallas grandes, cerveza mañanera y la gloria depositada en once adolescentes, inició el partido. Como era costumbre en el certamen, las cafeteras jugaron sin complejos, típico de centennials.

Así que el juego fue una disputa de pensamiento y estrategia, algo más parecido al ajedrez que otra cosa. Por eso, minutos antes de terminar en empate, la fortuna estuvo del lado español y tras un rebote en Ana María Guzmán, la Diosa entró en el arco de Colombia y le dio la bendición a las europeas.

Más allá de lo que significa llegar a un Mundial, el deporte es la personificación de una nación que cambió, una que ya no es boba y le empieza a gustar el sabor de la rebeldía.  Y claro, el cambio era con las mujeres, el hechizo se tenía que romper con ellas. Todo empezó en la cabeza, en creer, primero en grupos, siendo primeras, luego ganando en cuartos y pasando a semis, hasta la final, cuya gran victoria fue callar comentarios de un país patriarcal y machista que pudo disfrutar fútbol femenino en la tienda de la esquina, las cabinas de radio y los canales de televisión, aceptando por fin que las mujeres sí juegan a la pelota. Quedaron perplejos ante la emoción de que una niña hiciera realidad el sueño que tuvieron de chiquitos.

Ahora, lo que sigue, es saber qué excusa se van a inventar los que se creen dueños del balón para no hacer una liga decente el próximo año.  O cómo van a sustentar que es por falta de patrocinadores o de público, si todo el mundo andaba con la tv encendida y no le cabía una pauta más.

Colombia cambió y el deporte es el reflejo de su gente. Como nación hay un desafío, dejar de ser nosotros para creer que es posible, tener esperanza, curar y empezar a cerrar heridas, porque hoy, pueblo, las mujeres, las nadies, juegan finales mundiales.

Ya no comen cuento

Las futbolistas colombianas ya no tienen miedo de enfrentarse con campeonas mundiales o selecciones que lleven mucho más desarrollo. Cómo lo van a tener, cuando comparten entrenamientos y juegan con Linda Caicedo saben que la mejor del mundo es de Colombia, mujer y afro.

La capitana de esta generación jugó un mundial Sub-20, fue segunda en la Copa América y la mejor del continente, todo en un año, por eso, todos fuimos Linda llorando en el arco. Como país, nos suspendimos en la portería cuando Luisa Agudelo se hacía figura por sus atajadas, fuimos abrigo cuando la anti-heroína fortuna tocaba a Guzmán.

Yesica Muñoz, Gabriela Rodríguez, Orianna Quintero, Karla Viancha, Laura Garavito, Cristina Motta, Eliana Agudelo, Jimena Ospina, María Fernanda Viáfara, Dayana Beltrán, Sofía Patiño, Elsa Gómez, María Camila Chuquen, Natalia Hernández, Juana Ortegón, Camila Correa, Mary José Álvarez, Stefanía Perlaza, Ana María Guzmán, Luisa Agudelo y Linda Caicedo, gracias por desafiarnos a no ser nosotrxs mismos.

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